Opinión

Los narcos de Rincón de López 

PARACAÍDAS 

 Rogelio Guedea 

 El video fue grabado (gallarda y orgullosamente) por ellos mismos, en la noche y en pleno jardín principal de Rincón de López, no hace mucho, una o dos semanas. Andaban en dos o tres camionetas de grueso calibre, como sus armas, largas y amartilladas. Eran más bien jóvenes, desgarbados y todos envalentonados, dispuestos a matar o a morir, qué más da. De sus camionetonas salían corridos altaneros que ellos mismos tarareaban echando rechiflidos y moviéndose de un lado a otro con la única intención de amedrentar. Algunos permanecían dentro de las camionetas, otros en la caja y otros en tierra, miroleando en busca de algún alebestrado al que se le ocurriera por despite encararlos.

Se paseaban como si nada de un lugar a otro y usaban sus teléfonos celulares para informar o dar parte de lo que fuera, a quien fuera. Vi con detenimiento el video y los vi a ellos y luego pensé en qué momento llegamos a esto: a que los criminales ya no tuvieran ni el pudor de esconderse, de pasar desapercibidos, de no hacerse notar pues lo que hacen antes era motivo de vergüenza y no de orgullo, como ahora. Me preguntaba también en qué momento doblegaron a las autoridades, ausentes y maniatadas, quizá hasta cómplices, y lograron convertirse para grandes sectores de la sociedad (niños y jóvenes incluidos) en un ejemplo a seguir, en un orgullo del heroicismo. Ahora son las autoridades las que se esconden, pasan desapercibidas y no se hacen notar porque salir a capturar criminales parece motivo de vergüenza y no de orgullo.

El mundo al revés, pues, y tristemente no parece que a nadie le preocupe que esto difícilmente podrá revertirse si no se actúa pronta y expeditamente. Acostumbrados a apilar muertos y más muertos, la autoridad se ha convertido en la Gran Sepulturera de esta mortandad, y no le importa que se esté también enterrando a sí misma, poco a poco, primero un pie, luego la pierna, después el tronco, el cuello, y finalmente la cabeza misma. El video de los narcos en Rincón de López, que me llegó cinco o seis veces por diferentes canales, es realmente indignante, un insulto gravísimo para la sociedad, que sabe que la única y gran responsabilidad del Estado es mantener la paz social. La sociedad lo sabe, sí, pero qué puede hacer.

La tragedia no se siente hasta que te toca, y entre que no te ha tocado y te toca hay una línea muy delgada. ¿Qué necesidad hay de cruzarla? Hay mucho dolor ya en nuestra entidad, más de lo que las autoridades pueden imaginarse, familias completas desgarradas por la violencia, mucho dolor, de verdad, pero no ha bastado para que las autoridades se tomen en serio esta problemática que crece exponencialmente, día con día. Pronto llegaremos a cien muertes violentas en lo que va del año. La próxima vez, los narcos de Rincón de López se animarán a completarlas en la vía pública y a plena luz del día. Sin ningún problema.  

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