Opinión

LOS PRIMEROS CONSTITUYENTES DE COLIMA. –

VISLUMBRES

Abelardo Ahumada

El próximo viernes 19 de julio se cumplirán 162 años de que se instaló en Colima la Primera Legislatura Estatal, a cuyo cargo estuvo la integración del articulado que formaría la base del cuerpo de la también primera Constitución Local. Motivo más que suficiente para ocuparnos hoy de este tema, al que, si hubiera necesidad de titularlo de algún modo, le tendría que poner algo así como “La conformación de los partidos Liberal y Conservador en Colima, y las sangrientas consecuencias que de ello se derivaron” o, tal vez mejor, “Las circunstancias socio-políticas y militares que prevalecían en Colima hasta el momento en que la Primera Legislatura Estatal se instaló”.

Pero para que todo se entienda un poco mejor, me parece muy necesario hacer un breve repaso de lo más importante que sucedió en Territorio de Colima en los tiempos que nuestros tatarabuelos (y los papás de ellos) poblaban esta verde región:

Comenzaré por decir que tres años después de que se dieron por concluidas las luchas por la Independencia, se realizó el Primer Congreso Constituyente a nivel nacional (al que acudió como diputado por Colima el padre José María Gerónimo Arzac, cura de Almoloyan), y se promulgó (en 1824) la Primera Constitución que México se dio para regir su vida.

En ese Congreso el diputado Arzac intentó muchas veces que Colima (que ya tenía 35 años de estar sometida a la Intendencia de Guadalajara) quedara como uno de los estados que conformarían al nuevo país, pero sus poblaciones no pudieron completar el número de habitantes que se requería, y tampoco tuvieron los recursos suficientes para solventar los gastos de un aparato estatal. De manera que sólo quedó, libre ya de la hegemonía de Jalisco, como Territorio [dependiente] de la Federación. Y así continuó siéndolo hasta que los constituyentes de 1856, lo elevaron a la categoría de Estado, apareciendo ya así, en la Constitución Mexicana que se promulgó el 5 de febrero de 1857.

GOBIERNOS TRANSITORIOS. –

En aquella época, sin embargo, la Nación no tenía aún un rumbo muy definido, y las luchas, las desavenencias, los madruguetes, las asonadas y los cuartelazos eran cosa frecuentemente para encumbrar o quitar a los presidentes de la república.

El Territorio de Colima no podía escapar a esas convulsiones y sus principales gobernantes, conocidos como Jefes Políticos, eran puestos y quitados al antojo de los sucesivos y cambiantes presidentes. Debiendo agregar nosotros que dichos Jefes Políticos del Territorio fungían, a la vez, como alcaldes de la pequeñísima ciudad capital.

Y todo esto sucedía porque, como bien se sabe, había al menos tres diferentes corrientes de pensamiento político-ideológico que pugnaban por establecer el mejor tipo de gobierno que a cada una de esas corrientes consideraba: unos que pugnaban por una confederación de estados; otros por un gobierno republicano, pero central, y otros que finalmente soñaban o añoraban un gobierno monárquico.

Cada una de estas tres fuertes corrientes tenía sus propios ideólogos y seguidores, y se fueron sentando las bases para que, a mediados del siglo XIX, ya estuviesen suficientemente conformados y distinguibles, en la ciudad de México y en las capitales de los estados, dos partidos totalmente opuestos en sus planteamientos, mientras que un grueso número de paisanos que, por  vivir en pueblos casi totalmente incomunicados, por radicar en ranchos y aldeas, por carecer del alfabeto o por vivir afanados en conseguir el sustento diario, no sólo  no estaban enterados ni preocupados por los asuntos de carácter político  de los que estamos hablando, sino que había algunos que ni siquiera sabían que vivían en un país llamado México, y que en algunas partes de aquél hubiese “liberales puros” y “conservadores extremos” que se peleaban a muerte. No siendo por menos que, un observador colimote, que se llamaba Ignacio Rodríguez, escribiría unos años después:

“Esta fue la época en que se debatían en la República, furiosamente con las armas en la mano, en la tribuna y en la prensa, los partidos liberal y conservador, por tantos años en pugna y que tanta sangre costaron al país”.[1]

LAS CIRCUNSTANCIAS LOCALES. –

Pero lo que sucedía en ese sentido en la capital, y en los estados más grandes, tenía, por fuerza, también su rebote en Colima, y así llegó 1854, año en que se desencadenó la Revolución de Ayutla en contra de la dictadura del Gral. Antonio López de Santa Anna, mismo que durante las once ocasiones que fue presidente, puso, quitó y manejó a su antojo, a un montón de Jefes Políticos del Territorio de Colima que obviamente le debían el cargo y a veces lo repudiaban.

Varios de esos interesantes personajes pugnaban, casi del mismo modo que hoy, por ejercer el poder político y por dirigir los destinos de aquel pequeño triángulo geográfico que apenas sobrepasaba los 60 mil habitantes, distribuidos en un par de Distritos, llamados Colima y Almoloyan.

La cabecera del Distrito de Colima contaba con 31,774 habitantes, y la cabecera del Distrito de Almoloyan (hoy Villa de Álvarez), con sólo 5,163 habitantes dispersos en numerosos barrios de grandes huertas y solares, mientras que el resto de la población se distribuía en 13 pueblos (entre los que curiosamente todavía se mencionaban Tecalitlán y Jilotlán, hoy de Jalisco), más 13 congregaciones, 20 haciendas y un buen montón de pequeños ranchos.[2]

Entre estos Jefes Políticos a que me refiero, hubo algunos individuos notables que repitieron en el cargo por dos o más veces: por ejemplo, don Ignacio de la Madrid, lo fue tres ocasiones, entre 1846 y 1847; don Ruperto Arzac, sobrino del padre José María Jerónimo Arzac, dos veces en 1847; Ramón de la Vega, en cuatro ocasiones desde 1848 hasta 1851; don José María Gutiérrez, cuatro veces también entre 1849 y 1852; don Francisco Ponce de León, dos ocasiones entre 1854 y 1855 y, por supuesto, don Manuel Álvarez, tres ocasiones también, entre 1850 y 1857.[3]

Como individuos inmersos en la época que les tocó vivir, y como políticos que residieron en un Territorio dependiente de la Federación, los personajes que ya mencioné se movían, queriendo y no, al vaivén de las oleadas que impulsaban los partidos en pugna, y con un ritmo similar fueron tomando también posiciones extremas, unos hacia el bando liberal, otros hacia el conservador, mientras que algunos, más listos o prudentes, se mantenían nadando entre dos aguas.

Un caso muy singular lo representó, en este sentido, don Manuel Álvarez Zamora, quien la penúltima vez que ejerció la Jefatura Política del Territorio de Colima, la recibió (igual que varios otros de los mencionados), del Gral. Antonio López de Santa Anna, ya convertido en dictador, y la última del Gral. Ignacio Comonfort, jefe militar de la Revolución de Ayutla, por lo que no se puede afirmar, como lo han hecho algunos colegas, que desde el principio de su carrera política haya sido liberal, sino que acabó siéndolo.

LA REVOLUCIÓN DE AYUTLA Y SU REPERCUSIÓN EN COLIMA. –

Independientemente, sin embargo, de cómo, o de cuál haya sido el proceso que, para encumbrarse, siguió cada uno de los principales actores políticos que mencioné, el hecho fue que, en 1854, cuando estalló la Revolución de Ayutla, ya estaban bastante bien definidas las posiciones de los individuos más connotados de la pequeña Colima y, por ende, el Gral. Francisco Sánchez, Jefe Político y Militar en aquel momento, apoyado por los generales retirados Francisco Ponce de León y José María Mendoza, “un colimense muy popular” –según Ignacio Ramírez-,[4] tomó parte en las luchas que, para defenderse de los revolucionarios, emprendió el Gral. Antonio López de Santa Anna, mientras que, en la contraparte, don Manuel Álvarez y don Ramón de la Vega expresaron sus simpatías por el contenido del Plan de Ayutla y tomaron sus posiciones como las cabezas visibles del partido liberal.

En ese nuevo contexto cabe mencionar que un día de a mediados de julio de 1855, las fuerzas revolucionarias de Michoacán y Guerrero, encabezadas respectivamente por don Santos Degollado y por el Gral. Ignacio Comonfort, atacaron a la guarnición de la plaza de Zapotlán el Grande y, una vez derrotada, “se les permitió a los soldados el saqueo durante dos horas, sin ninguna restricción”. Por lo que no pocos de los habitantes y soldados santanistas que pudieron escapar, se fueron por el Camino Real, directo a Colima, llevando la ingrata noticia de lo que les había pasado.

La noticia puso en advertencia al Gral. Francisco Sánchez, quien apostó vigías en el Camino de las Barrancas y, por eso, en cuanto, temprano el día 29, uno de ellos galopó para avisarle que una gruesa columna militar se dirigía hacia Colima, el Jefe Político convocó a una reunión urgente del Cabildo “y los principales de la ciudad”, para decidir qué harían ante la inminente llegada del aquel gran contingente del Ejército Restaurador de la Libertad[5] (como lo nombraban los revolucionarios de Ayutla). Resolviendo con enorme prudencia la rendición de la plaza, y poder evitar el derramamiento de sangre.[6]

LA INSTALACIÓN DE “LA JUNTA CONSTITUYENTE. –

Antes de proceder al ataque de la guarnición de Colima, el Gral. Comonfort (que venía acompañado por don Santos Degollado, gobernador de Michoacán, y por el licenciado Pedro Ogazón, futuro gobernador de Jalisco), envió un mensaje al Gral. Sánchez, intimándolo a la rendición. Mensaje que fue respondido positivamente, y ese mismo día, más tarde, los revolucionarios pudieron tomar la plaza sin gastar un solo cartucho.

Podemos legítimamente suponer que, después de haberse cumplido el protocolo formal de la rendición, el Gral. Comonfort debió de haberse reunido con los colimenses que simpatizaban con el Plan de Ayutla, por lo que, el día 30, ya más enterado de los asuntos locales, emitió un importante Decreto con miras a establecer y normar la legalidad del Territorio de Colima, del cual citaré algunos artículos por considerar que tal documento es el antecedente más fresco y directo de la existencia del Congreso Local:

“Ignacio Comonfort, General en Jefe de la División del Interior, perteneciente al Ejército Restaurador de la Libertad, a los habitantes de Colima, sabed:

Que en uso de las amplias facultades de que me hallo investido, y deseoso de reorganizar este Territorio, de poner a los ciudadanos en posesión del derecho de gobernarse a sí mismos, de restituir la seguridad y la confianza pública, he tenido a bien decretar lo siguiente:

Art. 1º.- Se restablece la jefatura política del Territorio de Colima, y la desempeñará interinamente el Sr. Don Manuel Álvarez, presentando el juramento de estilo en este cuartel general.

Art.  2º […]

Art. 3º.- Se establece la Junta Constituyente que previene el Art. 4º del Plan de Ayutla, para que forme el Estatuto Orgánico del Territorio, y sus vocales serán los siguientes: Propietarios, señores don Ramón de la Vega, don Liberato Maldonado, licenciado don Carlos María Saavedra, licenciado don Francisco Vaca y licenciado don Anselmo Cano […]

Art. 4º.- La Junta de que habla el artículo anterior comenzará desde luego a funcionar y se instalará hoy mismo, nombrando de su seno un presidente y un secretario. El señor general don Santos Degollado presidirá la instalación a nombre del cuartel general y comunicará las instrucciones que necesiten los señores vocales de la Junta […]

Dado en el cuartel general de Colima, a 30 de julio de 1855. (Y lo firman, Ignacio Comonfort y el Lic. Pedro Ogazón, como Secretario).[7]

Y yo afirmo que este Decreto fue el “antecedente más fresco y directo de la existencia del Congreso Local”, porque el 19 de julio de 1857, cuando se convocó a las elecciones para instalar la Primera Legislatura, tres de los ciudadanos que el Gral. Ignacio Comonfort integró a la mencionada Junta Constituyente, fueron electos como diputados. Pero no nos adelantemos… Continuará.

[1] Ignacio Rodríguez, op. cit., p. 49.

[2] Ensayo Estadístico sobre el Estado de Colima mandado publicar por [don Ramón R. de la Vega y] la muy ilustre municipalidad de la capital del mismo Territorio. México, 1849, págs. 19-25, de la versión que mandó reproducir el Profr. Genaro Hernández Corona en octubre de 2012. En ese texto se contabilizó un total de 61, 243 habitantes, según el último cálculo hecho en 1846.

[3] Rodríguez Castellanos, José María, Gobernantes de Colima, 1522-1916, impreso por el Club del Libro Colimense, México, 1977.

[4] Op. cit., p. 49.

[5] Crónica de la época, publicada en el periódico La Luz de la Libertad, impreso en Colima el 11 de agosto de 1855, citada por Aguayo Figueroa, Ismael, La Reforma, Colima en la Historia de México, T. V, Colima, 1973, p. 29.

[6] Crónica referida de La Luz de la Libertad.

[7] La Luz de la Libertad. En Aguayo, p. 22-23.

Pie de foto:Durante su décima primera participación como presidente de la república, Santa Anna actuó como un dictador y provocó una revolución en su contra.

Pie de foto: El 29 de julio de 1855, el general revolucionario Ignacio Comonfort, entró en Colima, disolvió la guarnición conservadora e integró una Junta Constituyente local.

Pie de foto: A don Manuel Álvarez Zamora, comerciante en funciones y comandante ya retirado de las Milicias Insurgentes, le tocó recibir la encomienda de ser Jefe Político del Territorio de Colima.

 

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