Opinión

Periodismo delincuencial colimense

PARACAÍDAS

Rogelio Guedea

La degradación que ha sufrido nuestra sociedad, sobre todo en la última década, ha sido vertiginosa y, por eso, es todavía difícil de digerir y de entender a cabailidad. Lo único que tenemos claro es que ha permeado todos los ámbitos sociales y su abrupta manifestación no sólo debe preocuparnos sino también nos obligar a crear resistencias para evitar que siga avanzando.

Esta degradación del tejido social tiene su máxima representación en la violencia, enemiga de la paz y la concordia que caracteriza a las sociedades virtuosas. La violencia se ha convertido en el enemigo número uno a vencer, sobre todo porque parece que se ha normalizado en la población y cualquiera deviene presa de ella, incluidos aquellos sectores que deberían estar trabajando para contrarrestarla. Entre estos sectores me refiero al del periodismo.

Me explico: hace unos días, por ejemplo, sucedió un hecho que si bien no pasó desapercibido entre los usuarios de las redes (fantasmales o no), sí lo pasó para la mayoría de los opinólogos y periodistas colimenses. El hecho fue la detención de unos presuntos ahorradores defraudados por JOV y un presunto periodista de nombre Luis Tadeo, quien, junto a los presuntos ahorradores, ingresaron sin consentimiento en la casa de la ciudadana Liz Parra para intentar despojarla de la posesión de la vivienda que habitaba, lo anterior sin mediar – según la agraviada- una orden expedida por una autoridad competente.

Los presuntos ahorradores agraviados iban acompañados del abogado Agustín Díaz Torrejón, quien les lleva su caso, y de Esteban Meneses, ex diputado local que ahora ha devenido en presunto periodista y luchador social. Aquel fatídico día terminó con el encarcelamiento de los presuntos ahorradores defraudados y del presunto Luis Tadeo y, posteriormente, con la liberación de los mismos, bajo argumentos que también desataron polémica.

Este hecho, como dije, produjo reacciones en las redes sociales pero no reflexiones en los medios de comunicación debidamente establecidos.  Entiendo que esta indiferencia tuvo su motivación en el hecho de que no valía la pena darle importancia a “gente” o “seudoperiodistas” sin importancia, de manera que la indiferencia podría actuar como su propio factor disolvente.

Sin embargo, para mí el hecho no debe ser por ningún motivo obviado. Quien lea el comunicado que emitió la agraviada Liz Parra en Facebook podrá percibir la gravedad con que ahora cualquier persona podrá actuar impunemente contra cualquiera, incluso por razones políticas, pues si bien Liz Parra es familiar del diputado Vladimir Parra, esto no debería hacerla vulnerable ni justificar la violencia ejercida en contra de ella ni de su familia, y menos por quienes están luchando por causas justas con la ley en la mano (como dice que lo hace el abogado Díaz Torrejón) ni por causas en las que está en juego la verdad (como dicen que lo hacen los presuntos periodistas Tadeo y Meneses).

El gremio periodístico debería, por lo menos, pronunciarse en contra de este nuevo brote de periodismo que, para hacerse notar, amedrenta y delinque, todo ello con el supuesto garlito de que poseen la verdad absoluta de lo que pasa con la realidad política y social de nuestra entidad. Ojo: el que hayan salido libres los presuntos ahorradores que allanaron el domicilio de la agraviada Liz Parra y el presunto periodista Luis Tadeo no los exime de su responsabilidad con la ley ni, mucho menos, los faculta para seguir delinquiendo de ninguna manera, ni siquiera periodísticamente.

Aunque tengo muchas reservas con la forma en que se conduce el abogado Díaz Torrejón, respeto su estrategia de hacerse notar mediatizando todos los juicios que lleva, pero lo que sí me parece reprobable es que, por un lado, se busque la justicia pisoteando la ley y, por el otro, se busque normalizar esa forma de periodismo delincuencial que, ya lo vimos, no hace sino terminar en lamentables consecuencias, tanto para la sociedad como para el propio gremio periodístico.

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