Opinión

“Dos casos de moral pública: Rogelio Rueda y Esmeralda Cárdenas”

Paracaídas 

Rogelio Guedea

Se ha difundido en la sociedad (sobre todo en la sociedad política) una falsa idea de que hay que separar la vida privada de la pública, y de que uno solo puede juzgar en la persona pública sus actos públicos y no sus privados y a la inversa, cuando ambos de alguna manera coinciden en la misma persona. Hay un ámbito de lo privado en la persona pública que sí me parece intocable, y es el ámbito que va más allá de la persona que ostenta un cargo público, como por ejemplo la familia, conformada por los hijos, los padres, la esposa o esposo mismo.

Sin embargo, la vida privada de un funcionario  público no puede desligarse de su vida pública porque entonces caeríamos en el autoengaño. Ambos entes son la misma persona y sus acciones tanto en la vida privada como en la pública tienen forzosamente que corresponderse, de buena o mala manera.

Dos casos emblemáticos recientes de esta disyuntiva lo tenemos en Rogelio Rueda, ex diputado local, y Esmeralda Cárdenas, ahora ex secretaria del Ayuntamiento de Colima. Al primero se le otorgó recientemente la calidad de notario, decisión que me parece por demás errónea en tanto que la percepción social que se tiene de un notario es más o menos en el ámbito eclesiástico la que se tiene (o se tenia) de un sacerdote, una persona de alta moral, de intachable honestidad, de probidad en sus maneras y acciones y un ejemplo de principios a seguir por la sociedad. Sin embargo, esto no lo cumple el también ex presidente municipal Rogelio Rueda, cuya carrera política ha estado envuelta en corrupción, traiciones, e incluso en situaciones tan bochornosas como la infidelidad.

Haberle otorgado la calidad de notario lo único que ha provocado es que la investidura que envuelve a esta función social tan importante se desprestigie y acabe dándole al traste a la misma. Ameritaría por sólo este hecho una revocación del nombramiento, pues con ello se evitaría que Rueda cometa como notario las malas prácticas que se le acusan como político.

Por otro lado está el caso de Esmeralda Cárdenas, quien en su cuenta de facebook publicó una cita bíblica tan polémica que fue acusada de homofóbica. La ex funcionaria municipal, separada de su cargo por este motivo, publicó también otras citas bíblicas más de una forma inusual en su misma red social, pero no parece haber dado ninguna explicación sobre su controversial publicación.

En efecto, la persona que es Esmeralda Cárdenas podrá pensar y sentir lo que sea, aun cuando contravenga los convencionalismos sociales e incluso esté de espaldas a las posturas de las minorías, pero lo que no puede hacer por ningún motivo es llevar eso al terreno de lo público puesto que esto adquiere una dimensión prácticamente institucional, una visión de estado, y es sumamente riesgoso que un mensaje así permee en la población.

Por eso considero que la separación del cargo de Esmeralda Cárdenas fue una decisión correcta, con todo y la polémica misma que esto pueda desatar en el ámbito de la libertad de expresión, pero esto ya amerita un debate distinto.

La moral pública, en todo caso, es un asunto que todavía requiere de mayor atención de la que ha merecido hasta este momento, en gran parte, como ya he dicho, porque se ha querido partir en dos a una misma persona, cuando esto -para el caso del servicio público- es imposible porque haciéndolo, valga la redundancia, caeríamos en el penoso callejón sin salida de la doble moral.

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