Opinión

Las cuotas escolares y los enemigos de la UdeC 

PARACAÍDAS

Rogelio Guedea

Un asunto que podría haberse resuelto de una forma muy sencilla a través de la propia comunicación interna que existe entre la Universidad de Colima y sus estudiantes, como lo es el caso de las cuotas escolares y de otros casos similares que tienen que ver incluso con la deserción, se ha tornado un conflicto político por culpa de quienes siguen empeñados en dañar la imagen de nuestra máxima casa de estudios.

Si bien ya están sobradamente identificados como los máximos adversarios de nuestra casa de estudios y agrupados lamentablemente en las filas de Morena (que incluyen nombres como los de Leonardo Gutiérrez, Marisa Mesina, Caty Suárez, el operador de los ataques a la autonomía y más Vladimir Parra e incluso la propia Indira Vizcaíno, que bien podría llamar a la sensatez a todos estos facciosos), lo que se espera entonces es que las autoridades universitarias (con el rector Christian Torres Ortiz a la cabeza) más que intentar reconvertir a los empecinados instigadores (lo que resultará imposible) lo que debe hacer es fortalecer los lazos de comunicación con la comunidad estudiantil, mucho más sensata, sensible y juiciosa.

La Universidad de Colima tiene muchos canales de comunicación que puede establecer de manera efectiva para hablarle de manera directa y constante a su estudiantado a fin de que pueda entender claramente de qué van y por qué se toman las decisiones universitarias que los involucran, cuál es su razón de ser y la naturaleza de las mismas, y de esta manera hacerlos impermeables a cualquier tipo de manipulación externa, como la que se ha querido llevar a cabo recientemente, por ejemplo, con el asunto de las cuotas escolares.

El rector Torres Ortiz, en una entrevista reciente, fue claro y convincente cuando dijo el porqué del pago de estas cuotas escolares, abundando incluso en detalles concernientes a los gatos extraordinarios que ha generado también la pandemia para facilitar la enseñanza en línea (modalidad que antes no se había habilitado como ahora). Hay, por tanto, argumentos sólidos para que los estudiantes puedan por ellos mismos caer en el convencimiento de que en realidad no se les está estafando, ni mucho menos que la Universidad está siendo insensible en cobrarles algo injusto, ni mucho menos tampoco que la Universidad utilizará esas cuotas con opacidad para darles un fin avieso.

La labor de los adversarios de nuestra máxima casa de estudios es precisamente hacer creer esto a los estudiantes y a la sociedad, desprestigiando con ello a nuestra casa de estudios, incluso en aspectos como el de la gratuidad, al que le dan deliberada y maliciosamente un sesgo equívoco. Por eso es que la labor de la universidad debe ser comunicativamente tan eficaz al hablarle a su estudiantado que sin ser demasiado prolija en sus justificaciones y argumentos para los estudiantes, siempre inteligentes y perspicaces, entenderán la situación.

No me cabe duda de ello. Tengo más de veinte años en aulas y conozco perfectamente la agudeza estudiantil. Dado, pues, que los ataques a la universidad no llevan una fecha de expiración, la nueva dinámica institucional debe fortalecerse comunicacionalmente tanto a nivel interno con sus estudiantes, pues de otra manera la institución estará sujeta a la maledicencia de quienes lo único que realmente pretenden es dañarla, y con ello perjudicar a miles de voluntades (sus trabajadores) que todas las mañanas se levantan para dar lo mejor de sí, sobre todo en estos duros momentos de emergencia sanitaria.

Muy reprochable, pues, que ese supuesto apoyo que le dan los adversarios universitarios a los estudiantes para que defiendan sus derechos no sea más que la forma más aberrante de utilizar la manipulación política para los fines de un grupo empeñado en desprestigiar la labor de la máxima institución educativa de nuestra entidad 

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