Opinión

La importancia de la explicación de los maestros en clase

Pupitre al Fondo

Blanca F. Góngora

Leyendo el libro de Shaun Allison y Andy Tharby  “Making every lesson count” encontré varias ideas que evidencian no solo las buenas prácticas docentes sino también algunos vicios en los que solemos caer los maestros.  Es un libro interesante que resume la enseñanza y aprendizaje en seis principios: desafío, explicación, modelado, práctica, cuestionamiento y retroalimentación. Tiene un sólido respaldo en investigación académica y casos prácticos que guían fácilmente a la reflexión y mejora en la enseñanza.

Entre las tantas ideas que generan estas reflexiones rescato para este artículo la importancia de la explicación por parte de los maestros, misma que debido a la tecnología muchas veces se está tratando de obviar, pues he observado muchas prácticas docentes donde las diapositivas de PowerPoint han venido a ser el recurso más usado por los maestros y entonces, o las leen, o ponen a sus alumnos a leerlas y consideran que con ello el tema quedó explicado y la clase dada.

De acuerdo con estos autores, la explicación de los maestros es una de las artes maestras en el salón de clases, ellos creen que la explicación/conversación de alta calidad de los maestros es el primer paso para crear en el salón un ambiente de alta expectativa y crecimiento intelectual. Hablan de la necesidad de tener maestros que expliquen, que se vuelvan contadores de historias, pues la palabra puede convertir material abstracto y complicado en algo claro y con sentido y la explicación de los maestros debe regresar a convertirse en lo que fue en tiempos anteriores: el corazón de las buenas prácticas docentes.

Decía en párrafos anteriores que las presentaciones de PowerPoint han venido a saturar la enseñanza. Es como si esas “clases” fueran comidas procesadas, como si vinieran enlatadas y fueran nomás cuestión de abrirse y ponerse en el plato. Conforme se avanza de nivel educativo se ponen tantas diapositivas cargadas con tanta información que el cerebro se sobresatura y le es imposible asimilarla toda. Algunos maestros están perdiendo la capacidad de escribir en el pizarrón y es tan necesario seguirlo haciendo porque es también una manera de modelar, de enseñar paso a paso la forma en que razonamos y construimos como docentes nuestro propio conocimiento. 

Los autores de este libro enfatizan que las diapositivas, de usarse, deben ser simples, con pocas palabras y si fuera el caso excepcional de que se necesita escribir mucho en ellas se les dé la oportunidad de leerlas previamente a los alumnos antes de hablar sobre ellas, y agregaría yo que no deberíamos corretear a los estudiantes cuando las estemos usando ya que también se ha vuelto una mala práctica el evitar que tomen nota y opten mejor por tomarles foto, terminando con un archivo de diapositivas en Google Classroom, un puñado de fotos en sus teléfonos y pocos o nulos conocimientos adquiridos en la clase.

Los temas que abarca este libro son muy amplios e interesantes, pero para cerrar este artículo me quedo con una de las tantas recomendaciones que hacen los autores: gastemos menos tiempo creando diapositivas cargadas de información y efectos y volvamos a tener algunas clases sin diapositivas para practicar las explicaciones naturales y el tomado de notas por parte de los estudiantes pues esto último también nos corresponde enseñarles.

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