Opinión

Colima y los alrededores de los Volcanes en septiembre-diciembre de 1810

29 de junio de 2022.

Décima parte

Abelardo Ahumada

“EL TROPEL DE LOS MALÉVOLOS”. –

En el capítulo anterior comenté que el Cabildo tapatío realizó, el 10 de octubre de 1810, una asamblea extraordinaria en la que el gobernador de la Intendencia notificó a los allí reunidos que los insurgentes estaban inundando “la provincia de La Barca”. Pero se me pasó informarles que, desde un día antes, en dicho ayuntamiento se ventiló la noticia de que el número de “los 40 hombres” insurgentes que unos pocos días atrás habían “entrado en La Piedad, Pénjamo y Santa Ana”, había crecido tanto que para ese día estaban llegando a “dos mil”. Mientras que por “Lagos, San Juan y toda esa ruta” no había novedad alguna en ese mismo sentido. (Hernández Dávalos, T. II., p. 157).

El hecho consecuente fue que en ambas asambleas se ponderó la necesidad de que un grupo armado saliera a combatir “el tropel […] de los malévolos […] para evitar su aproximación [a Guadalajara], de la que deben recelarse males incalculables y de casi imposible remedio”. (Ibidem, p. 157). Y no faltó allí quien propusiera que fuese el propio Abarca quien encabezara dicho grupo.

De manera adicional, uno de los concurrentes de la asamblea del 10 comentó algo que me parece útil destacar: el escribano no mencionó el nombre del individuo que así habló, pero sí que aquél dijo que no le parecía bien que “las repúblicas de indios formen [parte] del Cuerpo de Defensa capitaneados por sus propios alcaldes”, y que lo mejor sería que fuesen unidos a otras tropas “obedeciendo siempre al General de la División a que se agreguen”. Recalcando el hecho de que, desde la época de la conquista, “nuestros capitanes se valieron de indios contra indios y de ello obtuvieron la mayor utilidad”. Por lo que recomendó “no despreciar aquellos ejemplos”, para, con la ayuda de los indios de las comarcas de Nueva Galicia, pudiesen ellos reforzar su lucha por “la legítima causa”.

Señalando, además, que “por persona fidedigna” había sabido que “el gobernador [indígena] de Colotlán” tenía formadas “9 compañías de soldados”, de 175 elementos cada una, por lo que sugería también que, dejándole a él cinco compañías para su defensa, enviara los “700 indios flecheros” de las otras cuatro que había ofrecido para la de Guadalajara.

Y sobre Colotlán tendría que decirse que fue un caso sui géneris, por cuanto que, según la historia de este pueblo situado al norte del actual Jalisco, hacia 1546, cuando ya se había dado por concluida la “Guerra del Mixtón” y los fundadores de “la definitiva Guadalajara” se hallaban más o menos en paz, en esa región seguían vigentes los conflictos con los “indios salvajes llamados chichimecas”. Motivo por el que, para combatirlos y ayudar a los españoles de Guadalajara, el “virrey Luis de Velasco envió 400 familias tlaxcaltecas […] con el fin de que poblaran una villa allá y así ayudaran a pacificar y conquistar a los indómitos chichimecas”. Siendo por ello que la cabecera de Colotlán fue originalmente llamada “Villa Nueva Tlaxcala de Guiahuistián”. Nombre con el que también se le conoció hasta “finales del siglo XVIII”.

Otro dato que mencioné fue que don Luis Pérez Verdía explicó que cuando los primeros insurgentes irrumpieron en el suelo neogallego se trataba de “dos invasiones, una acaudillada por Navarro, Portugal y Huidobro, por Jalostotitlán, Arandas, Atotonilco y La Barca; y otra guiada por don José Antonio Torres, por Sahuayo, Tizapán, Atoyac y Zacoalco”. Pero al respecto quiero hacer lo que me parece …

UNA NECESARIA PUNTUALIZACIÓN GEOGRÁFICA. –

En primer lugar, recordemos que José Antonio “El Amo” Torres nació en la jurisdicción de Piedra Gorda, en la Intendencia de Guanajuato, el 2 de noviembre de 1755; que a Piedra Gorda se le conoce hoy como Ciudad Manuel Doblado, y que, siendo un municipio situado al poniente del estado de Guanajuato, colinda con el de Arandas, Jalisco; teniendo al sur, muy cerca también, al de La Barca, Jalisco; al de La Piedad, Michoacán, y a Pénjamo, Guanajuato.

A lo anterior debo agregar que desde 1800, “El Amo Torres” tenía arrendados el rancho de Los Órganos y la hacienda de Atotonilquillo. Mismos que aún hoy se encuentran en las estribaciones del lado norte de la Sierra de Pénjamo (que no es muy grande), en cuya orilla oriental se encontraban el rancho de San Vicente y la hacienda de Corralejo, donde nacieron los hermanos Hidalgo Costilla y Gallaga.

Y para mayor abundamiento tendría que añadir que en cuanto al jefe “Portugal” que mencionó Pérez Verdía, he realizado algunas breves pesquisas, encontrándome con que en realidad eran dos hermanos insurgentes, llamados Onofre y Miguel Gómez Portugal, al parecer nacidos (o al menos registrados) en La Barca, poco antes o poco después de 1780, y de los cuales tengo manera de comprobar que el segundo estaba muy cerca de Hidalgo cuando éste estaba próximo a entrar en Guadalajara. Habiendo podido saber también que Onofre se incorporó también en los albores del movimiento, primero bajo las órdenes directas de Ignacio Allende, y luego de la derrota de Guanajuato, bajo las de Mariano Jiménez, con quien marchó a levantar San Luis Potosí; junto al cual iba aun cuando Hidalgo, Allende, Jiménez y él mismo fueron aprehendidos en Acatita de Baján, y siendo él (Onofre) uno de los que aparecen en la lista de los ajusticiados y fusilados el 27 de junio de 1811, en Chihuahua.

Aparte de lo que acabo de decir, pero vinculado con ello, recientes investigaciones realizadas por Lina Mercedes Cruz Lira, de la Universidad de Guadalajara y del Centro Universitario de Lagos, nos permiten saber que una buena parte de “la familia Gómez Portugal era de los Altos de Jalisco”, y que una de sus ramas incluso, “era originaria de San Pedro Piedra Gorda de la diócesis de Valladolid”; el mismo lugar de donde, curiosa y coincidentemente nació y habitaba El Amo Torres. Lo que nos da pie para vislumbrar la posibilidad de que, siendo nativos de la misma región, Torres y los hermanos Portugal se conocían incluso desde la infancia.

Por otra parte, sabemos también que Toribio Huidobro, al que Pérez Verdía sólo mencionó por su apellido inicial, era, según palabras del mismísimo Virrey Venegas, “un soldado expulso (sic) del Regimiento de Pátzcuaro”, (Hernández Dávalos, T. II, p. 179), quien al parecer había sido simpatizante o aliado de los conspiradores de Valladolid desde dos años atrás, y quien a la sazón se hallaba residiendo en La Piedad, o en alguna parte cercana de la región de El Bajío. Siendo él uno de los primeros individuos con los que se habría entrevistado José Antonio Torres, luego de que el 30 de septiembre de ese mismo año, Hidalgo le confiriera el grado de coronel, le diera facultades para convocar y reunir gente a su nombre, y le ordenara, como ya lo hemos dicho, “levantar en armas los pueblos de Colima y las comarcas de Sayula y Zacoalco”, con la intención posterior de tomar la ciudad de Guadalajara si fuere posible hacerlo.

Si los lectores se toman la molestia de detenerse a mirar con atención el croquis con el que estoy tratando de ilustrar esto que afirmo, podrán observar la proximidad geográfica de los sitios mencionados, y comprobarán que, si “Navarro, Portugal y Huidobro” bajaron de norte a sur, “por Jalostotitlán, Arandas y Atotonilco” hasta llegar a La Barca; lo mismo tuvo que hacer Torres Mendoza, bajando también de norte a sur desde Piedra Gorda (hoy Manuel Doblado) hasta La Piedad y La Barca, antes de poder desplazarse a Sahuayo. Punto en donde, según el historiador tapatío que acabamos de citar, habría iniciado su recorrido, desconociendo seguramente el hecho de que, luego de haber recibido la comisión que le dio Hidalgo, Torres se separó algunos días del grueso del ejército y se regresó “a San Pedro Piedra Gorda para reclutar gente y ver a su familia”; mientras que el ex cura de Dolores y Allende se reorganizaban en Guanajuato y preparaban a sus huestes para la toma de Valladolid.

Hoy, gracias a los documentos que he estado citando, a las nuevas indagaciones que mencioné, y a la observación geográfica del área en comento, puedo inferir que, como situaciones y relaciones como las descritas no se realizan por pura ocurrencia, como quien dice “de la nada”, tal vez haya sido en aquellos primeros quince días de octubre cuando Torres se contactó para actuar con los hermanos Gómez Portugal o, como también es posible, sólo se hayan dedicado a revisar los detalles que sobre su participación en el movimiento insurgente habían decidido desde algún tiempo atrás.

Lo que sí sabemos con cierta seguridad es que fue a principios de octubre cuando al menos uno de los Gómez Portugal “bajó” desde Jalostotilán hasta Atotonilco y La Barca, pasando por Arandas; y que fue pocos días después cuando Torres se encaminó de nuevo con su gente a tratar de cumplir con la misión que tenía, y que para poder hacerlo salió desde Piedra Gorda hacia el sur, con dirección inmediata a La Piedad, en donde por previa sugerencia de Allende o Aldama, se entrevistó precisamente con Toribio Huidobro, tal vez para presentarle las órdenes que Hidalgo le dio.

Complementariamente, las noticias que brindan las actas del ayuntamiento tapatío nos dan pie para entender que los insurgentes que para el 19 de octubre ya “inundaban” La Barca y sus alrededores hayan sido los de Gómez Portugal, puesto que, según una fuente fidedigna, fue ese mismo día cuando el grupo de Huidobro llevó a cabo la toma de Zamora (Hernández Dávalos, T. II, p. 179), no pudiendo estar en ambos lugares a la vez.

Y por lo que ocurrió después se puede deducir también que, una vez tomada La Barca por Huidobro, y La Piedad por Torres, todos se concentraron en La Barca, donde, habiéndose multiplicado el número de los combatientes, los jefes se reunieron y tomaron la decisión de conformar al menos dos grupos: uno, que se dirigiría por la ribera norte del Lago de Chapala hacia Guadalajara, y otro que se dirigiría hacia Colima y Sayula por la ribera sur. Siendo el primero encabezado por Miguel Gómez Portugal y Toribio Huidobro, y el segundo por José Antonio Torres Mendoza y el padre Marcos Castellanos, cura que había sido de Ocotlán, que iba al frente de un buen grupo de rancheros criollos a caballo.

No tengo, sin embargo, la información suficiente que me permita exponer ante ustedes toda la secuencia de las acciones que realizó el primer grupo, pero como me interesa reseñar los hechos vinculados con Colima, me concentraré en la travesía que realizó El Amo Torres, sin soslayar el dato de que cosa de un mes más tarde todos ellos volvieron a reunirse en Guadalajara, como podremos constatarlo cuando corresponda describir ese hecho.

UNA TRAVESÍA SINGULAR. –

Así, pues, tratando de averiguar cuál fue la ruta que siguió Torres, hemos podido entrever que: después de que él y sus compañeros tuvieron una (o varias reuniones) con Portugal y Huidobro en La Piedad o en La Barca, todo parece indicar que su grupo marchó, ya el veintitantos de octubre, junto a la orilla del Río Lerma, para cruzarlo una vez más y tomar desprevenidas las pequeñas guarniciones realistas que defendían a los pueblos ribereños y a Sahuayo.

Colateralmente vale la pena recordar que el día 12 de ese mismo mes, el subdelegado de Zapotlán el Grande envió al correspondiente de Colima un exhorto para que se buscara la manera de resguardar el paso de Mazamitla, por considerar que ése era el camino por donde con mayor probabilidad tomarían los rebeldes para tratar de posesionarse de Tamazula, Zapotlán, Sayula, Colima e incluso Guadalajara, y que el ayuntamiento colimote puso inmediato empeño en resguardar aquel sitio. Por lo que es de creer que, habiéndose enterado de que en la Sierra de Mazamitla ya había gente armada esperando su paso, El Amo Torres, que había recorrido esos caminos como arriero, haya decidido no continuar por Jiquilpan hacia Mazamitla, sino irse desde Sahuayo a Cojumatlán, donde habrían salido a encontrarlo dos jefes indios de la isla de Mezcala y otros pueblos ribereños. Y desde donde habrían partido para sorprender a los defensores de Mazamitla, llegando por el camino que se desprendía desde la orilla sur del mencionado lago.

Al respecto hay (no muy claros) indicios de que en Mazamitla reorganizó a su gente, y que, estando ahí, instruyó a su hijo del mismo nombre y al capitán Rafael Arteaga, para que, guiados por el padre José Antonio Díaz, ex párroco de San Francisco de Almoloyan, que se acababa de unir a esa fracción del ejército insurgente, se fueran siguiendo el Camino Real hacia Tamazula, Tuxpan y Colima; mientras que él hacía lo propio, atravesando las veredas la Sierra del Tigre, para ir a salir directo sobre Atoyac. Y mientras que, también, las noticias de la expansión del movimiento insurgente llenaban de susto a los gachupines, a los curas acomodados y a las autoridades de Guadalajara.

Otro hecho muy notable que debemos destacar fue que, entre el 29 y el 30 de octubre, mientras que los grupos de Torres y su hijo transitaban por la mencionada región, se llevó a cabo la batalla que se convertiría en un gran motivo de discordia entre dos grandes facciones de los independentistas: me refiero a la famosa y desconcertante Batalla del Monte de las Cruces. Desconcertante porque pese a haber resultado favorable para los insurgentes, luego se vio “empañada”, según la creencia de algunos historiadores, por la negativa del padre Hidalgo para que su ejército entrara en son de triunfo a la capital de la Nueva España.

Pero muy al margen de lo que haya ocurrido allá, en esas mismas fechas el grupo incrementado de José Antonio Torres estaba cruzando la Sierra del Tigre y se disponía a tomar Zacoalco. Pueblo ribereño ubicado a poco más de una jornada yendo al sur desde Guadalajara, en el que ya para esos días había un destacamento realista integrado por alrededor de 600 hombres, entre los que estaban muchos de los milicianos de Colima.

Pueblo en el que no tardaría en llevarse a cabo el primer combate sangriento que hubo por aquellos días en la región. Y de cuyos detalles tendremos que hablar el próximo capítulo.

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