Opinión

Matar por matar

PARACAÍDAS

Rogelio Guedea

German Mauricio Ruiz García, de apenas quince años, fue asesinado por la espalda en una tienda de conveniencia de Manzanillo, durante un asalto. El crimen del joven que trabajaba para comprarse una computadora quedó grabado en las cámaras del comercio. A través del video se puede observar cómo los tres ladrones entran a la tienda y, luego de someter al joven, arrodillándolo, saquean las cajas. Al final, se ve cómo uno de los ladrones se regresa y, por encima del mostrador, dispara en la espalda del joven, para luego huir corriendo.

La imagen del  menor desvaneciéndose en el suelo fue algo que nos dolió y nos indignó a todos, y más porque el video mostró claramente que el joven no opuso ninguna resistencia al robo. La noticia de este crimen causó resonancia nacional, igual dolió a propios y a extraños, trastocó nuestro completo sistema de valores y nuestra sensibilidad. Nos dimos cuenta de una cosa terrible: que nuestra necesidad de matar es más grande ya que nuestra necesidad de comer.

Esto es que, en realidad, en el fondo estamos frente a una sociedad (por lo menos un enorme sector de ella) carente de valores más que llena de hambre y necesidad, lo cual nos obliga también a darnos cuenta que no será sacando a las calles a más policías y militares sino educando a una sociedad infraeducada como podremos salir de este flagelo que está destruyendo la paz y la armonía de la sociedad.

Yo sé que, al ver este crimen indignante, la primera reacción de la población es exigir justicia, acusar a las autoridades de su inoperancia y su ineptitud, etcétera, pero sin que obviemos esto (lo cual es sumamente importante para poder regresarle la credibilidad a nuestro sistema de justicia) también debemos exigir que exista un plan maestro (en los tres niveles de gobierno y en los tres poderes que conforman nuestro Estado) encaminado a invertir esta pérdida de valores que está convirtiendo a la sociedad mexicana en una selva para la cual la palabra barbarie, como definición, ya se queda corta. Nos indigna mucho lo que pasó, sí, pero hay tres preguntas que se nos imponen: qué hará el Estado para remediarlo, qué haremos como sociedad para remediarlo, qué haremos como individuos para remediarlo.

Yo doy clases, tengo 20 años siendo profesor universitario, y mis estudiantes son la oportunidad que tengo para poder sembrar en ellos valores, sensibilidad humana, conciencia social, también lo hago cuando escribo (artículos como éste y novelas), también lo hago en casa (con mis hijos) y en mi barrio, con mis vecinos, a los que respeto y pido respeto de su parte.

Lo que quiero decir con esto es que el asunto es tan profundo que ya no basta con atender los efectos (un policía persiguiendo a un ladrón que asesinó a sangre fría a un menor indefenso) sino las causas, esto es esta pérdida enorme de valores que nos tiene sumidos en esta espiral de violencia.

Estas causas se remedian con educación de verdad, una educación con una perspectiva incluyente y equitativa, sin simulacros y sin falsas buenas intenciones. Mientras eso no exista, no habrá Guardia Nacional que ajuste ni sistema de persecución de delitos que nos deje satisfechos, jamás. 

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