Opinión

Rueda y Vizcaíno: la degradación moral de la política

PARACAÍDAS

Rogelio Guedea

La publicación de unas fotos en donde se le ve a la superdelegada morenista de Colima Indira Vizcaíno tomada amorosamente de la mano del diputado priista Rogelio Rueda reventó prácticamente las redes sociales la semana pasada, y no sin razón, pues esa secuencia de fotos evidenciaba más de lo que el espectador pudo en su momento imaginar: y que es, más que una degradación política (la unión de dos ideologías indisolubles), una degradación moral (la unión amorosa de una mujer casada y un hombre casado en escandaloso adulterio).

Esto es: la degradación política como consecuencia de una degradación moral, y jamás a la inversa. Esas manos unidas en la forma en que se unen dos enamorados amantes (porque, no nos hagamos, eso no es un saludo de políticos) son un escupitajo a esa Cartilla Moral de Alfonso Reyes que ha sustentado la moral política de todo el movimiento lopezobradorista, la cual, en su mandamiento segundo, habla del respeto a la familia, mandamiento que Indira Vizcaíno y Rogelio Rueda pisotearon aquella velada romántica.

Llama la atención que en los dos pésimos comunicados en los que Indira Vizcaíno ha intentado hasta el momento defender lo indefendible nunca la superdelegada ha negado que esas manos entrelazadas fueran falsas, sólo ha aducido a una supuesta violencia de género en su contra y luego ha argumentado que esa es la forma en que ella trata con todos los actores políticos, situación que tampoco admitiría refutación porque ya se le vio bailar rendida a los brazos de Martí Bartres, en otro video aparecido en redes sociales, lo anterior sin ninguna necesidad puesto que nadie creería que para hacer política se tengan que entrelazar manos amorosamente o realizar bailes abrazaditos, sobre todo si se piensa que ella es una mujer casada y con hijos, y precisamente en el mandamiento segundo de la Cartilla moral se indica bien que el respeto a la familia (principalmente a los hijos) es la esencia de una sociedad ejemplar.

La pésima estrategia implementada para defender a Indira Vizcaíno de esta acción que resulta de una mezquindad moral absoluta y, por extensión, de una aberración política irrefutable, resultará contraproducente porque la secuencia de imágenes es tan clara que lo único que habría funcionado para la superdelegada morenista y el diputado priista es decir la verdad, pues la verdad te hará libre: esto es, manifestar que tienen una relación sentimental y que como esa relación es moralmente reprochable cada quien o dejará a sus parejas para entregarse a su franco amor o dejarán su relación amorosa clandestina y prometerán no volver a cometer adulterio, porque tampoco pasa nada si dos personas casadas se aman y se divorcian para darle continuidad a su amor, lo reprochable es que lo perpetúen traicionando a sus propias parejas e hijos y engañándose a sí mismos.

La vox populi ha dicho que uno de los hijos de Indira Vizcaíno es de Rogelio Rueda, lo cual ahora quizá ya resulte  irrefutable. ¿Pero importa esto en un contexto en el que el presidente López Obrador ha puesto la moral, la honestidad, como su bandera política más importante para el ejercicio del poder? ¡Pues claro que importa! ¡Pues claro que importa! Sería muy irresponsable argüir ahora que es más importante quedarse sólo en el nivel de lo político, porque una política sin moral es mezquindad, es podredumbre, es una ofensa para la sociedad.

Si el presidente López Obrador no ve esto y no remueve a la superdelegada por una acción de esta naturaleza, como ya ha removido a otros miembros de su movimiento, entonces su proyecto tarde o temprano naufragará, y en este caso sería más temprano que tarde. Rueda y Vizcaíno se han convertido en el paradigma de los políticos cuyas palabras políticamente correctas son pisoteadas por sus acciones moralmente pusilánimes. Lo peor, pues, que pueden hacer es seguir mintiendo con argumentos insostenibles que lo único que harán es perpetuar el daño a su propia carrera política y, lo que es peor, a la de los partidos políticos a los que pertenecen.

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