Opinión

La unión universitaria hace la fuerza

PARACAÍDAS

Rogelio Guedea

Hace un par de días, y con motivo del Día de Reyes, el rector José Eduardo Hernández Nava se reunió con las federaciones universitarias (la de estudiantes, la de egresados) y el sindicato para partir y departir la consabida rosca. En ese encuentro, el rector Hernández Nava ofreció un discurso sobre el cual me parece pertinente hacer algunas reflexiones, precisamente por la pertinencia del mismo en el contexto de los acontecimientos que se aproximan para este año importante en muchos sentidos, entre ellos porque dentro del mismo se enmarca la misma sucesión rectoral.

El máximo representante universitario aprovechó la ocasión para, no ajeno a las sistemáticas embestidas a las que ha sido objeto nuestra casa de estudios por intereses políticos aviesos, ponderar la unidad de la comunidad universitaria y llamar a defender su autonomía de toda acechanza que, encubierta en supuestas buenas intenciones, pretenda violentarla con fines políticos personales, tal como lo ha venido haciendo el diputado Vladimir Parra y otro grupo de ex universitarios (entre ellos el propio ex líder sindical Leonardo Gutiérrez) dedicados a desacreditar impunemente a nuestra institución, a la cual, dicho sea de paso, no la conforman dos o tres personas, como ellos creen, sino un enorme y complejo conglomerado humano que le da a la institución razón y sentido.

La alusión del rector a la unidad me parece oportuna  porque la idea de unidad no implica, para este caso, que todos estemos de acuerdo en la necesidad o no de reformar la ley orgánica universitaria, sino que todos, pese a nuestras diferencias, seamos capaces de darnos cuenta de los daños que, de hacerlo de la manera en que se propone, ocasionaría en la autonomía institucional, la cual debe ser impermeable siempre a épocas de transición política, económica e incluso de cambio de régimen gubernamental a que está sujeta, a fin de que nadie pueda intervenirla de manera arbitraria y mucho menos sin tener la mínima legitimidad para hacerlo.

Lo que ha sucedido en la Universidad Autónoma de Nayarit, cuya Ley Orgánica fue reformada a espaldas de la comunidad universitaria, es un precedente que, además de preocupar, traerá en el futuro consecuencias desastrosas para la vida interna de la institución, sobre todo porque con el argumento de acabar con los supuestos cacicazgos existentes lo único que se hará es establecer otros que generarán una guerra de poderes en la que la más perjudicada será la propia comunidad universitaria, pues el destino de la universidad quedará ahora sí atenazado a los vaivenes de la política y a sus consecuentes batallas intestinas.

El rector Hernández Nava, cuya gestión ha sido hasta el día de hoy tersa y sin escándalos ni personales ni públicos, cosa que pocos han advertido y que debe ponderarse, no ha cejado en su voluntad por advertir no sólo sobre la irresponsabilidad que sería aprobar una nueva ley orgánica universitaria en la que los propios universitarios no tuvieran un papel preponderante sino también en desvelar lo pernicioso que sería que la autonomía institucional fuera subyugada por intereses políticos personales, que además actúan de forma revanchista.

Por eso, y dados los tiempos que se avecinan, la idea de unidad institucional es crucial para preservar la solidez de nuestra casa de estudios y así poder transitar como universitarios hacia lo que verdaderamente queremos y no hacia lo que, de forma arbitraria, se nos pretende imponer.

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