Opinión

«Son otros pero no han cambiado»

PARACAÍDAS

Rogelio Guedea

La larga y desgastante pugna que ha generado la elección del nuevo presidente (a) de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos podría ponerse como claro ejemplo de que la nueva horneada de políticos que llegó al Congreso estatal gracias a la ola lopezobradorista es, por lo menos en nuestro entidad, más de lo que hemos visto los ciudadanos colimenses en nuestros políticos locales.

Los legisladores morenistas son otros, pero no han cambiado nada las prácticas facciosas y corruptas que tanto criticaron de, principalmente, sus adversarios priistas o panistas. No sé cuántas veces más se tendrá que reponer el proceso para la elección del presidente de la CEDH, y en realidad eso es ya lo de menos ahora, pero la forma en que se ha llevado a cabo el proceso es por demás reprochable.

Desde el momento en que se quiso imponer a la candidata María Elena Adriana Ruiz Visfocri, al parecer muy vinculada al grupo de Indira Vízcaíno, hasta la forma en que el diputado Vladimir Parra denostó la candidatura de Roberto Ramírez, por el simple hecho de un recalcitrante priista relacionado con Mario Anguiano, lo que hemos visto es básicamente una pugna por ver qué grupúsculo político controla más los espacios de poder estatal y cuál se ve derrotado en ello.

Si bien es cierto que en la construcción de la democracia la lucha es inmanente e casi siempre predecible, lo que sí es reprochable es la forma en que se desvirtúa esta lucha, pues no se lucha, como vemos, en beneficio de la sociedad, sino que se lucha en beneficio de un grupo de poder con pretensiones de perpetuarse en el mismo. Si verdaderamente se buscara el sentir de la ciudadanía, entonces lo mínimo que se podría hacer es ponderar en los candidatos su perfil profesional, su trayectoria dentro del ámbito de los derechos humanos, la forma en que han perseverado en la lucha por el respeto de los mismos, incluso se tendría que valorar la honorabilidad de los candidatos a fin de asegurarnos que han tenido una vida ejemplar.

La presidencia de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos no debería ser un espacio cooptado ni por los poderes establecidos ni por los fácticos, mucho menos por grupúsculos políticos, sino un espacio neutro en el que lo único que tenga que converger sea precisamente la defensa de aquellas personas o grupos que vean sus derechos humanos pisoteados por cualquier autoridad o servidor público.

Para el caso de nuestra entidad, la CEDH se ha visto como un sin facultades para ejercer el poder porque precisamente dicha comisión ha estado subordinada al poder establecido (ejecutivo o legislativo) e inmovilizada para llevar a cabo una labor que podríamos calificar de tibia, pues su carácter autónomo (que debería ser su mayor baluarte) es en la práctica una ilusión.

Da la impresión (y no hablo por mí sino que interpreto parte del sentir de la población) que daría igual, pues, si la CEDH existe o no existe, ya que en asuntos torales (los que tienen que ver con abusos de la alta autoridad) esta Comisión ha preferido optar por hacerse de la vista gorda. Ojalá que la actual legislatura se decante por elegir a un presidente o presidenta que no sólo tenga el mejor perfil para ejercer este cargo sino, aún más importante, que se le dote realmente de la autonomía necesaria para llevarlo a cabo como debe ser, de otra forma será de nuevo más de lo mismo.

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