Opinión

NADA NUEVO. –

VISLUMBRES

Abelardo Ahumada

Hablando en términos del discurso que AMLO pronunciaría durante su toma de protesta, hace una semana comentamos que no iba a decir nada nuevo “salvo, quizá, la exposición de algunas reflexiones hechas con posterioridad al domingo primero de julio”. Pronóstico que se cumplió porque lo que finalmente hizo fue presentar una síntesis un poco más ordenada de los análisis históricos, políticos y socioeconómicos que estuvo realizando y difundiendo durante su larguísima campaña. Síntesis en la que prefirió omitir algunos temas y matizó otros que contenían algunas propuestas difíciles de cumplir, pero que igualmente había expresado durante ese mismo lapso.

Ninguna de esas opiniones, y ninguno de esos matices quitó, sin embargo, los soportes más fuertes de la prédica que estuvo haciendo por todas partes y, en ese contexto creo que debemos detenernos a revisar algunos de los más importantes párrafos que dicho discurso contiene, porque ahí está la base de las ideas que el nuevo presidente de la república quiere dejar impresas no nada más en la gente que sufragó por él, sino, quizá, y con mayor razón, en quienes votaron en contra suya, para que al entenderlo mejor, calmen sus ánimos y pierdan sus miedos.

Frases como “no es mi fuerte la venganza y si bien no olvido, soy partidario del perdón y la indulgencia” … “Me comprometo y soy hombre de palabra a que las inversiones de accionistas nacionales y extranjeros están seguras y se crearán condiciones para obtener buenos rendimientos” … “No habrá necesidad de aumentar los impuestos ni aumentarán los precios de los combustibles más allá de la inflación” y “no me voy a reelegir” llevaban precisamente el propósito de calmar esos ánimos; pero independientemente de que lo haya logrado o no, quedó clarísima su intención de no hacer más bulla de la necesaria, al negarse públicamente a perseguir por sí mismo a los políticos corruptos de sexenios anteriores, y dejarle al pueblo y a los poderes Legislativo y Judicial esa importante tarea.

OPORTUNAS RECTIFICACIONES. –

En cuanto a los buscapiés que estuvo lanzando a partir de que resultó electo como presidente, y como derivación de los quebrantos macroeconómicos que provocó con algunas de sus aceleradas acciones y pronunciamientos progubernamentales, debemos reconocer que trató de rectificar y, que, para probarlo, puso especial cuidado en desvanecer al menos una parte de sus antiguos anuncios. Siendo muy de notar, por ejemplo, que no hizo ni una sola mención de su idea de descentralizar el gobierno federal; que trató de resaltar los valores del Ejército y la Armada, contra los que meses atrás había dicho en el sentido de que no servían para realizar funciones policiacas, remarcando, no obstante, la constitucionalidad del hecho de que a partir de las 0 horas de ese histórico sábado primero de diciembre, él es, aunque muchos militares quizá no lo quieran aceptar, el “Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas” al que deben acatamiento y quien ahí mismo anunció que no les ordenará nunca ir en contra del pueblo.

LAS PENAS DEL EXPRESIDENTE PEÑA. –

Uno de los más grandes momentos del discurso presidencial se manifestó durante los minutos que AMLO dedicó al análisis histórico-comparativo entre los gobiernos mexicanos anteriores a José López Portillo, y los que continuaron a partir de éste, a quienes calificó como gobiernos neoliberales, señalando que durante los últimos 36 años el país perdió la brújula política y se sumergió en las crisis económica, debido a que muchos de quienes participaron en esos gobiernos se dedicaron a robar y a realizar negocios al amparo del poder, beneficiando a unos cuantos socios-amigos, en los que muy injustamente se concentró la riqueza nacional, dejando al pueblo trabajador en condiciones de hambre, con uno de los salarios más bajos de todo el mundo.

Y mientras estaba él todo eso diciendo, a menos de dos metros de allí, el presidente saliente estaba pasando uno de los más tristes episodios de su vida, apabullado por la facilidad con que su sucesor hilaba sus demoledores argumentos y mencionaba las cifras con que los sustentaba.

El instante extremo llegó cuando, sin mencionar su nombre, AMLO dijo ante todas las cámaras y micrófonos que lo apuntaban, que el ex presidente Peña había sido un inútil y un irresponsable al administrar los fondos que recibió del pueblo, por cuanto que durante su sexenio la deuda pública que recibió de Felipe Calderón era de 4 billones de pesos, y él se encargó de aumentarla por arriba de los diez billones.

¿Por qué Enrique Peña Nieto no levantó la mano al final del discurso de su sucesor para refutar lo que aquél había dicho en su contra? Tal vez porque se sintió incapaz para refutarlo, o porque tuvo miedo de que, si lo intentaba, saliera todavía peor de allí.

“AL BASURERO DE LA HISTORIA”. –

Al observar todo eso no faltaron las voces críticas que, recordando cómo se eclipsó Peña Nieto en cuanto reconoció que los electores le dieron el triunfo al candidato de Morena, se atrevieron a decir que al concluir su sexenio pasó “al basurero de la historia”. Una frase cáustica que no es, sin embargo, necesariamente cierta porque, como quiera que su mandato haya funcionado mal, no toda la culpabilidad es de él, sino de una gran parte de la sociedad igualmente corrupta, a la que no nos atrevemos a señalar por no meternos en mayores problemas, ya que sus nefastos integrantes prefieren que no se destapen sus cochinadas para poder operar sin trabas, aprovechando el anonimato en el que generalmente se cubren.

En este mismo sentido quiero precisar que, así como nunca estuve de acuerdo con que los opositores de Felipe Calderón lo acusaran de haber provocado cien mil muertos por haberle declarado en su tiempo la guerra a los narcos, así, tampoco, estoy de acuerdo en que haya quien acuse a EPN de haber provocado la muerte de 125 mil o más, porque pese a que el Ejército, la Armada o la Policía Federal hayan podido cometer algunos excesos que terminaron con algunas muertes, éstas tampoco son imputables a la Presidencia de la República, sino a quienes cometieron tales abusos.

En este tenor, ni Felipe Calderón ni Enrique Peña Nieto fueron culpables de todas esas muertes, porque cuando cada uno de ellos ordenó a las fuerzas armadas que salieran a patrullar, no lo hicieron para que provocaran una matazón, sino para contener la ola de violencia que esa parte corrupta de la sociedad había desatado para “pelearse las plazas” y eliminar a sus competidores, sin importarles acribillar de paso a ciudadanos inocentes que estaban allí, en el peor lugar y momento de sus vidas.

Con esto que estoy diciendo defiendo y exonero por mi parte a los dos ex presidentes mencionados. Y advierto, por lo demás, que a nuestro nuevo presidente no le quedará otra alternativa (al menos por el momento) más que ordenar que el Ejército y la Armada sigan desempeñando labores policiacas mientras las cosas sigan así.

En lo que sí coincido con AMLO es en su afirmación de que los dos gobiernos anteriores no supieron atacar las causas que provocan el involucramiento de miles de jóvenes y señores en las actividades clandestinas, y le aplaudo por eso el anuncio de que él actuará promoviendo nuevas y más numerosas fuentes de trabajo, así como estímulos educacionales y capacitación por medio de becas. Todo eso aunque sepa muy bien que tales acciones sólo serán un remedio que quizá funcione a largo plazo, pero que no podrá resolver la problemática derivada en el corto, ni mientras la demanda y el consumo de drogas sigan generando un mercado promisorio a cuantos trafican en él.

ACTUAR SIN HIPOCRESÍAS. –

Hace ya poco más de 90 años, en algunos estados de la Unión Americana se prohibió la fabricación, el consumo y la venta de bebidas alcohólicas, provocando el casi inmediato surgimiento de mafias gigantes que se dedicaron a fabricar, contrabandear y vender las bebidas que clandestinamente se seguían fabricando por significar un excelente negocio… Y tales mafias no se redujeron sino hasta cuando, finalmente, las autoridades reconocieron que cada quien tiene el derecho de beber lo que quiera… Tal vez nosotros, sin hipocresías, estamos en el momento oportuno para tomar una resolución similar, partiendo del hecho de que, como llegó a decirlo Vicente Fox hace cuatro o cinco años, cada quien es responsable de beber, fumar o ingerir lo que se le antoje y quiera bajo su propio riesgo médico.

Propuesta que obviamente implica la legalización de las drogas, para que, en vez de enfrentamientos armados por los mercados clandestinos, generen impuestos, aunque como es de esperarse provoquen su cuota de muertos por dosis excesivas, como las que provoca la ingesta desmesurada de alcohol y el hecho de que algunos fumen hasta padecer enfisema y obstrucción pulmonar, pero por su propia voluntad y riesgo.

500 AÑOS DESPUÉS. –

Uno de los eventos más significativos que para este redactor tuvieron las ceremonias de toma de protesta de Andrés Manuel López Obrador como nuestro nuevo presidente de la república, fue el que correspondió a los minutos en que los “68 pueblos originarios” y la población “afro-mexicana”, lo sahumaron, lo bendijeron y le entregaron su simbólico “bastón de mando”. Hecho con el que dieron muestras palpables de la simpatía con que ven al tabasqueño, y de la gran confianza que tienen en que los escuche y atienda las demandas que durante siglos han expresado en vano.

Puedo confesar sin ninguna pena que esos minutos fueron tan emotivos para mí como lo fueron para el chamán que participó en segundo término, al que se le quebró la voz y, llorando, le dio a Andrés Manuel las gracias por haber convocado a todos los indígenas de México a su toma de protesta, porque todo ello significa que después de casi 500 años de la caída de Tenochtitlán, los pueblos autóctonos pudieron volver a oficiar sus ceremonias a los dioses en el sitio donde solían hacerlo antes de la llegada de los españoles.

Quinientos años después un gobernante mexicano les dijo allí mismo, simbólicamente también, que al menos él y su gobierno no volverán a “hacer menos” a ningún integrante de cualesquiera de esos 68 “pueblos originarios”. Iniciativa que igualmente aplaudo.

DOS ÚLTIMOS PUNTOS. –

Desde ahorita, puntual y oportunamente, me declaro en contra de que el nuevo gobierno entregue en forma generalizada las pensiones y jubilaciones que anunció, incluso a quienes ya las recibimos por parte del IMSS, el ISSSTE y las oficinas que el Ejército, la Armada y Pemex tienen destinadas para eso, pues no me parece justo.

Y algo similar quiero expresar en cuanto a que a partir del 1 de enero se cree en la frontera norte una zona libre de 25 kilómetros de anchura con las características, privilegios y exenciones que mencionó nuestro nuevo presidente. Pero a esos dos temas me referiré por extenso en mi próxima colaboración.

 

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